Por Juan Carlos Upegui
¿Qué es la No-violencia?
Es una idea que ha estado influenciando el pensamiento de la humanidad durante miles años. Algunos rastrean el origen del pensamiento o de esta idea en el mensaje de cristo, en particular en las Bienaventuranzas. Una noción explicita a esto: “Dichosos los que trabajan por la paz (Mt 5, 9)”. Ese mensaje del Evangelio inspiró a los grandes líderes políticos y sociales que la difundieron, sobre todo, en el siglo XX.
Pero en particular el origen del concepto nace en pensamiento tardío de León Tolstói. Cuando él estaba entrando a sus 50 se enfrenta a una crisis existencial muy fuerte, siente que su vida pierde sentido y a partir de una búsqueda de significado decide releer el Evangelio y hace una interpretación radical de las enseñas de Cristo. En ellas concluye que hay unas profundas injusticias en el orden social, sobre todo en la Rusia de su época, también una disparidad en los trabajadores, campesinos, hacendados y la ascendiente clase industrial de ese entonces. Empieza a ver la guerra como un instrumento de los poderosos. Llega a la conclusión que la guerra no beneficia a la sociedad en su conjunto, si no a quienes ostentan el poder. Eso lo lleva a plantear una idea de “no-resistencia” que en el fondo es una no-cooperación con entidades gubernamentales, y con entidades que soportan su poder en las armas.
Estas reflexiones de Tolstói influencian a muchos otros pensadores como Thoreau, Ghandi y Martin Luther King.
Lo primero que uno ve al analizar este concepto es que parte de una convicción profunda de luchar por la justicia. Y luchar por la justicia sin hacerle daño a nadie. No se trata de ser pasivos o de guardar silencio, sino todo lo contrario, se trata de transformar las formas de vida propias en búsqueda de justicia social, pero a través de medios pacíficos.
Este es el origen del concepto históricamente. Y ya en el mundo se ha venido creando muchos movimientos alrededor de la necesidad de promover la No-violencia como una forma muy potente de generar cambios sociales.
¿Por qué la Alcaldía de Medellín decide crear la Secretaría de la No-violencia?
Este es un tema que ha sido el ADN del alcalde y del proyecto político Independientes. No es gratuito que el primer principio de nuestro movimiento afirme que la vida es sagrada. Transversal a todo el Programa de Gobierno y al Plan de Desarrollo hay una apuesta y una lectura de Medellín como un territorio que necesita fortalecer los procesos de construcción de paz.
Durante la estructuración del Plan de Desarrollo se crearon proyectos e indicadores que permitieran fortalecer ese proceso. Sin embargo, se necesitaba ir más allá para poder cumplir las propuestas paz consignadas en el programa de gobierno. Después del estudio técnico realizado en el marco de las facultades otorgadas por el Concejo para realizar una transformación administrativa se llegó a la conclusión de que era necesario tener una dependencia que tuviera la capacidad de liderar, articular y ejecutar proyectos en dos grandes frentes. La Construcción de Paz Territorial a través de un trabajo articulado y constante con las organizaciones sociales que han venido resistiendo la violencia en los barrios, la formulación de una política pública municipal para la paz y la reconciliación, el arte y la cultura como vehículos para aprender a transformar pacíficamente los conflictos y la investigación académica que permita monitorear y entender los fenómenos sociales asociados a la violencia en todos los territorios de la ciudad. El otro frente es la Justicia Restaurativa, un tipo de justicia que parte de una visión humanista en la cual conflictos violentos se entienden como rupturas en ideales socialmente compartidos y centra su objetivo en la reparación del daño sufrido por las víctimas. Bajo este enfoque vamos a fortalecer el trabajo municipal para garantizar los derechos de las víctimas, pero también vamos a crear canales para que los responsables puedan reconocer el daño causado, aportar a la reparación y encontrar segundas oportunidades una vez cumplan sus sanciones.
Medellín desde el 1 de enero de 1990 hasta hoy, ha tenido más de 76.000 homicidios. Y eso sin contar desaparecidos, desplazados, secuestros… En 1991 fuimos la ciudad más violenta del mundo. Y a pesar de que hoy en día en los territorios no podemos hablar del cese del conflicto, si tenemos una especie de ruptura que nos va a permitir empezar a fortalecer los procesos de construcción de paz en los barrios, pero también empezar a hacer memoria y a reflexionar: “¿Qué pasó?, ¡esto no es normal!” Los niveles de violencia que vivió Medellín no son normales para una ciudad. Las tasas de homicidios que teníamos a finales de los 80’s y en los 90´s no son normales. No es normal que se haya perseguido y asesinados a defensores de derechos humanos como Jesús María Valle, Gustavo Marulanda, Pedro Luis Valencia, Leonardo Betancourt, Luis Fernando Vélez y Hector Abad Gomez.
“La paz no la estamos entendiendo como la ausencia de conflictos, tampoco estamos buscando una agenda que quiera eliminarlos”.
¿Y entonces por qué no llamarla la Secretaria de la Paz?
Hay una discusión muy interesante sobre el concepto de No-violencia, precisamente por lo que hablábamos del origen mismo, y es que se plantea como un mecanismo incluso para lograr transformaciones y cambios sociales a través de la desobediencia civil.
La desobediencia civil es la desobediencia a entidades gubernamentales. Que la institucionalidad (el Gobierno de Medellín), esté hablando de una dependencia nombrada como No-Violencia es un mensaje interesante porque implica una profunda reflexión sobre la necesidad no solo de construir paz en los territorios, sino de acelerar y profundizar los cambios sociales. Medellín es una de las ciudades más desiguales del país. Hay unas comunas que han sido olvidadas históricamente: las comunas 1, 2, 3, 4, 5, 6, 8 y 13 concentran los peores indicadores no solo en violencia y tasa de homicidios, sino también en no acceso a educación superior, en desempleo mujeres y jóvenes, densidad empresarial, desnutrición crónica, embarazo adolescente y malos resultados en pruebas educativas. La situación de los 5 corregimientos no es mejor. Como en el resto de Colombia han llevado la peor parte de la guerra y el abandono estatal. En Plan de Desarrollo son una prioridad, se están dando pasos importantes en restitución de tierras y desplegando proyectos innovadores para mejorar las vidas de nuestros campesinos. Entonces el mensaje que estamos mandando nosotros como Administración es que el camino para lograr paz es realmente un camino que tiene que ser recorrido en la búsqueda de justicia social y de corregir las desigualdades históricas que ha tenido el municipio de Medellín.
Otra de una de las razones para llamarla No-Violencia parte de la idea de que los conflictos enriquecen a la sociedad. La paz no la estamos entendiendo como la ausencia de conflictos, tampoco estamos buscando una agenda que quiera eliminarlos. Es todo lo contrario. Sabemos que dentro de los conflictos hay oportunidades de generar transformaciones, y justamente la negación de la violencia manda el mensaje de que tenemos un conflicto dialectico con las dinámicas históricas que ha tenido Medellín.
Los conflictos son oportunidades cuando se entienden como conflictos dentro del ámbito de las ideas, y no dentro del ámbito de las personas. Si logramos que en Medellín las diferencias de ideas no impliquen asesinar o matar al otro, sino que la diversidad de visiones de ciudad se enfrenten en el terreno de la argumentación, ahí podemos encontrar un terreno fértil en el que los conflictos aporten para enriquecer el debate y el desarrollo de la ciudad.
Me llama la atención algo, y es que hiciste un balance de la violencia histórica de Medellín con cifras y datos que son muy alarmantes. Y ahora usted mencionó la idea de que “toda vida es sagrada”. Siguiendo un poco a Carolina Sanín, la vida es todo lo contrario, es lo NO sagrado. Y precisamente lo que vemos en Medellín es eso, que la vida ha sido profana…
Yo creo que acá ya es hora de que vayamos nombrando el horror, que es parte de las condiciones necesarias para generar esas transformaciones.
Se nos volvió normal la muerte. Se nos volvieron normales una serie de juicios culturales alrededor del homicidio. Entonces acá muchas veces escuchamos en los barrios, pero también en la institucionalidad, estas cosas: “por algo lo mataron”, “algo debía”. Y la que más me duele: “se están matando entre ellos.”
¿Quiénes son ellos? ¿Los jóvenes sin futuro en nuestros barrios? ¡Son nuestros jóvenes! Entonces yo sí creo que en Medellín ha existido un desprecio profundo por la vida, producto de la decadencia cultural que trajo la intensidad de la violencia y la corrupción que generó el narcotráfico en todas las esferas de la ciudad. También la premisa de que para conseguir algo se puede pasar por encima del otro, inclusive por encima de su vida.
Sin embargo, Medellín ha venido transformando esos imaginarios y lo que nosotros queremos es profundizar esas transformaciones usando el arte, y sobre todo la educación. Por eso desde la Secretaria tenemos una apuesta muy fuerte para pedagogía por la paz. Porque tampoco podemos creer que la paz es una especie de estado espiritual al que solo acceden los más sabios o las personas que tienen un estatus moral superior. La paz, como todo, se aprende, y se construye en las escuelas, barrios, en los territorios y en las interacciones sociales básicas.
Yo creo que entendiendo qué pasó, haciendo memoria y a través del arte para fortalecer el tejido social, con una apuesta muy importante para corregir las asimetrías y las desigualdades históricas de la ciudad, en Medellín podemos aprender a valorar la vida.
“Gracias al trabajo de las organizaciones sociales Medellín ha tenido una agenda de paz, a pesar de la institucionalidad”.
¿Y qué harán para que la próxima administración sigan la apuesta con esta Secretaria?
Gracias al trabajo de las organizaciones sociales Medellín ha tenido una agenda de paz, a pesar de la institucionalidad. Son las organizaciones sociales quienes han sostenido la construcción de paz en los territorios. Yo estoy seguro que más allá de la orientación política de los próximos gobiernos en Medellín, las organizaciones van a sostener la agenda de paz en el tiempo.
Sin embargo, estamos buscando los marcos normativos para que esta agenda tenga continuidad no solo en la ciudad sino también en la institucionalidad. Lo vamos a hacer construyendo la Política Pública de Paz, Reconciliación y Desestigmatización. Es un proceso que comenzamos a trabajar con la Universidad Nacional, mediante la participación de sectores académicos, sociales y políticos. Este año vamos comenzar la primera fase participativa para la formulación de la política y esperemos que para el final del gobierno lo podamos presentar al Concejo para que quede como una política pública que permita darle continuidad a esta agenda de paz.
Teniendo en cuenta que Medellín fue una ciudad que votó mayoritariamente por el NO en el plebiscito, ¿cómo siente que la ciudadanía ha recibido la creación de la Secretaria?
Yo creo que hay una necesidad de entender la gente por qué voto por el NO. Es de alguna forma algo que no se ha reflexionado de forma suficiente. Sabemos, por declaraciones públicas que hubo una campaña de desinformación sobre cuál era el alcance de los Acuerdo de Paz. Esa campaña de desinformación se gestó en Medellín y generó muchísimo impacto en la opinión pública. Sin embargo, yo creo que Medellín, en su conjunto, quiere buscar caminos para la construcción de paz.
Todos en Medellín hemos sido víctimas directa o indirectamente. Solo en la ciudad hay registradas oficialmente 700.000 víctimas que sufrieron directamente la violencia. Si uno le pregunta a cualquier persona si ha sido tocado por la violencia contestará que sí y con seguridad nadie quiere volver a vivir de nuevo estas historias. Lo que vivimos en la campaña del plebiscito fue una discusión que se presenta en todos los procesos de paz sobre los mecanismos de justicia transicional, un tipo de justicia que está pensada para abordar situaciones de postconflicto, buscar justicia, verdad, reparación y garantías de no repetición.
Dentro de la opinión pública se creó en Medellín la sensación de que no era justo el tratamiento que se le iba a dar a los responsables de crímenes más atroces en Colombia y Medellín. Sin embargo, las recientes decisiones de la JEP muestran que era una falsa percepción. La JEP recientemente calificó como crímenes de guerra los secuestros que cometieron la guerrilla de las FARC. Esto es relevante porque los crímenes de lesa humanidad y de guerra tienen el máximo nivel de gravedad dentro de un conflicto. Es decir, hay por primera vez un reconocimiento de que las FARC incurrieron en crímenes de guerra, y si ellos no cuentan la verdad de lo que pasó en el conflicto pueden ser sometidos a sanciones de hasta 20 años. Algo impensable hace algunos años.
Lo mismo ocurre con el reciente auto sobre falsos positivos que nos revela un panorama muy grave sobre lo que ocurrió en Medellín y Antioquia: nuestro departamento concentra 25% de los falsos positivos del país. Hay que reconocer que en el marco del conflicto hubo afectaciones y hechos victimizantes por todos los actores, y lo que estamos viendo con el trabajo del sistema integral es que hay un avance muy importante en la búsqueda de justicia para las víctimas, que son el centro de los Acuerdos de Paz, y que gracias al trabajo del la Jurisdicción Especial de Paz, La Comisión de la Verdad y La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desparecidas van a empezar a materializar los derechos que les fueron negados durante el conflicto. Por otro lado, cuando uno va a los barrios, es evidente que la gente quiere paz. Los ciudadanos quieren trabajar con tranquilidad, quieren dejar de sentir miedo, quieren que cesen todas las formas de violencia.
Las poblaciones con las que estamos trabajando están esperanzadas por la agenda de paz que estamos liderando desde la Secretaría de la No-Vinolencia. Sienten que llegó un nuevo enfoque que les va a permitir integrarse a nuevas dinámicas y acceder a mejores oportunidades. Nosotros estamos trabajando con víctimas, población carcelaria, pospenados, reincorporados, jóvenes privados de la libertad, activistas, y organizaciones sociales… todos reconocen que la Secretaria y una apuesta vertical por la paz eran deudas históricas de la Alcaldía de Medellín.
“Es indispensable que Medellín establezca espacios para dialogar sobre el propósito fundamental que tiene la construcción de paz”.
¿Qué herramientas le ha dado la filosofía para poder trabajar estos temas de paz?
La filosofía en sí misma es un espacio para el dialogo, para aprender a escuchar al otro y discutir con sinceridad sus ideas a pesar de que sean contrarias a las nuestras. En la medida en la que podamos abordar de una forma más civilizada los conflictos a través de diálogos argumentados también estaremos aprendiendo a construir canales para la paz en Medellín.
La filosofía también puede arrojar luz muchos asuntos de alta complejidad conceptual y que implican fuertes paradojas morales. Por ejemplo, la búsqueda de la verdad (¿Qué es la verdad?, ¿Cómo podemos conocerla?, ¿Qué significa construir la verdad en el marco de un conflicto?). Eso tiene de alguna forma todas las dificultades epistemológicas alrededor de la construcción de relatos históricos. Desde esta disciplina creo que hay herramientas muy importantes para orientar esas discusiones.
Otro concepto de suma importancia y que representa uno de las principales problemas de la filosofía es la idea de justicia y que como hemos hablado resulta central en todas las formas de entender la paz y la No-Violencia. En este contexto, por ejemplo, creo que es indispensable que Medellín establezca espacios para dialogar sobre el propósito fundamental que tiene la construcción de paz de encontrar las condiciones sobre las cuales todas las personas pueden exigir justicia después de guerras prolongadas y altos niveles de violencia, sin que esto implique sacrificar la posibilidad de alcanzar la reconciliación.
Quiero finalizar diciendo que la agenda de paz en Medellín necesita la mayor cantidad de disciplinas y visiones. Es solo desde la diversidad que podemos abordar los problemas, tensiones y debates que naturalmente surgen cuando las sociedades están intentando cerrar sus ciclos históricos de violencia.